THE WILSON QUARTERLY “Protests and Principles” (Spanish) by Srdja Popovic

Published:

January 24, 2020

PROTESTAS Y PRINCIPIOS

POR SRDJA POPOVIC

¿Pueden los principios de organización de la noviolencia ayudar a brindar sentido a la ola de protestas de 2019 – e incluso predecir cuáles podrían tener éxito?
En África, Asia, Europa, y las Américas, una hoguera de resistencia civil encendió el mundo en 2019. Y los ciudadanos alrededor del mundo que están despertando a los efectos de largo alcance de la crisis climática han convertido la ola de protestas en un fenómeno verdaderamente global, con acciones como la Rebelión contra la Extinción.
Civiles que protestan contra regímenes corruptos, legislaciones represivas, amplias violaciones a los derechos humanos, economías explotadoras e injusticia medioambiental. Sin embargo, más allá de los eventos inmediatos que disparan estos eventos, las recientes movilizaciones populares son también impulsadas por un descontento emocional, profundo, creado por años de quejas acumuladas y frustradas aspiraciones de progresar. Como resultado de ello, tenemos no sólo protestas, sino también una resistencia civil permanente dentro de estos movimientos.
La ola sostenida y de largo alcance de resistencia y protesta global en 2019 atrajo una considerable atención de la prensa. ¿Pero los comentaristas y medios de comunicación se enfocan en las razones reales que movilizan a los ciudadanos? ¿O sucumben a las percepciones erróneas que intentan colocar a estos penetrantes movimientos sociales en estrechos “archivos” regionales, geopolíticos o ideológicos?”
Como organizador, asumo una óptica diferente. Lo que me interesa es lo que los movimientos de protesta comparten en común – y los principios que ponen en práctica mientras se forjan. Si nos enfocamos en esas cosas, a menudo podemos predecir los prospectos de un movimiento en particular, y descubrir por qué las formas noviolentas de protesta tienen un éxito más sostenido en alcanzar sus objetivos.
¿Ópticas Equivocadas?
Las explicaciones más populares en los medios de prensa para las protestas frecuentemente se centran en factores ideológicos o geopolíticos. Por ejemplo, las protestas recientes en Líbano, Iraq e Irán, surgidas en 2019 antes del ataque del dron de los Estados Unidos contra el comandante de las Fuerzas Quds de la Guardia Revolucionaria Iraní, fueron explicadas como síntomas de la menguante influencia de Irán en todo el Levante. Los disturbios desde Latinoamérica al Medio Oriente son vistos a través de primas ideológicos, con sugerencias de que el público reacciona en gran escala de forma negativa al populismo, y rechaza a los líderes autoritarios relacionados con este estilo de gobierno.
Archivar de forma simple a los movimientos de protesta en contenedores de derecha o izquierda sirve de igual manera a ambos bandos. En Bolivia, por ejemplo, la izquierda ve a las fuerzas malignas de Occidente respaldando un golpe “imperialista”, y cuenta como perdida la batalla contra la injusticia social. Los derechistas y centristas aplauden un “estallido democrático” en el mismo país. Incluso una fuerza global como el movimiento climático es explicada a menudo por medio de asignar a sus miembros lealtades a narrativas políticas dominantes.
Por supuesto que estas explicaciones tienen algo de verdad. Pero los marcos de pensamiento que despliegan tendencias políticas o regionales raramente ofrecen mecanismos útiles para predecir el éxito de cualquier movimiento dado.
Tal y como observa Hardy Merriman, Presidente del Centro Internacional para Conflictos Noviolentos, las condiciones estructurales “pueden influenciar un movimiento, pero no pueden por sí solas determinar la trayectoria y el resultado de un movimiento”. Cuando las olas de protestas alcanzan no sólo a gobiernos frágiles sino también a democracias estables y autocracias, resulta abrumadoramente simplista apuntar a un único denominador común o efecto desencadenante.
¿Qué nos dice realmente que los movimientos noviolentos puedan ser categorizados por sus motivos, como los pueblos organizándose contra autocracias (Sudán, Argelia, Hong Kong, Bolivia), o gente luchando por temas de alimentación básica (Colombia, Chile, Ecuador, Irán), o gente movilizándose contra sistemas fallidos e insostenibles (Líbano e Iraq)?
Jackson Diehl, del Washington Post, sugiere un marco diferente: que los movimientos deben ser vistos a través del lente de sus resultados, y que muchas de las protestas de 2019 han carecido del impacto “revolucionario” de las protestas de 1989 o 2011.
Lo que tienen en común las protestas de 2019 es que los organizadores del “poder del pueblo” han comenzado a llenar el vacío dejado por las élites políticas existentes para abordar las demandas populares. En muchos (pero no todos) de los casos, 2019 demostró que las formas tradicionales e institucionales de generar cambio –elecciones, sistemas legales y diálogo con las élites– no son lo suficientemente efectivas. Así que los manifestantes han decidido utilizar otra forma de poder para forzar un cambio constructivo.
El movimiento climático es un perfecto ejemplo de esta tendencia. La retirada de los Estados Unidos del Acuerdo Climático de París y el insuficiente progreso en abordar la crisis ha movilizado de forma incrementada a millones de ciudadanos comunes alrededor del globo, con un nuevo sentido de urgencia por lograr cambios.
Los organizadores de los movimientos noviolentos miran especialmente a los resultados, tales como los perfilados por Maria Stephan y Erica Chenoweth en su libro, Por qué la Resistencia Civil Funciona: la Lógica Estratégica de los Conflictos

Noviolentos.? ¿Dónde están los “éxitos”? ¿Los movimientos en los cuales las demandas de los manifestantes fueron completamente (o parcialmente) satisfechas? ¿Dónde fallan las protestas?
La geografía y la ideología son raramente los factores determinantes en el éxito de un movimiento. Los movimientos que revirtieron políticas gubernamentales en Chile y Ecuador, ganaron nuevas elecciones tras el fraude de votos en Bolivia, y derrocaron al dictador sudanés Omar al-Bashir, pueden ser contados como éxitos. Los argelinos que derrocaron al Presidente Bouteflika pero permanecen atascados con el mismo sistema corrupto y gobernados por élites militares, o las renuncias de los primeros ministros en Líbano e Iraq sin cambios sustantivos en el ?status quo?, cuentan sólo como éxitos limitados. Y la percepción de “fracaso” ha sido adjuntada a muchos movimientos en el presente, incluyendo los de Colombia, Venezuela, Irán, el climático y muchos otros.
Apegarse a los Principios
¿Si la geografía y la ideología no determinan el éxito, qué lo hace? ¿Cómo pueden los organizadores entender cómo el disturbio en un lugar puede alimentar el disturbio en todas partes, o cómo los movimientos son exacerbados por las reacciones del gobierno? ¿Por qué la noviolencia es a menudo la mejor estrategia para canalizar la energía de la protesta hacia el cambio?
En mi experiencia, existen cuatro principios claves a tener en cuenta con el fin de entender la protesta, actuar efectivamente al emplearla, y articular un éxito completo de manera predecible.
Principio Uno: Una Visión del Mañana
No resulta suficiente estar “enojado y en contra”. Un cambio social real puede comenzar con la ira, pero necesita una visión clara del cambio que se desea. Los movimientos necesitan una “Visión del Mañana”. Se debe definir primero lo que debe suceder, y de forma precisa, cómo se ve el éxito.
La clara definición del cambio es un tema consistente en los movimientos exitosos. Mahatma Gandhi quería independencia de los británicos. El movimiento pro derechos civiles en los Estados Unidos empujó por legislaciones específicas. Las revoluciones de color querían un cambio de liderazgo. Estos movimientos pudieron construir una estrategia alrededor de estos objetivos tangibles.
Incluso un punto de organización más pequeño servirá en un plazo cercano. En el caso de la Revolución de los Bulldóceres en Serbia en 2000, el objetivo final era cambiar el sistema, pero un objetivo intermedio fue derrocar a Slobodan Miloševi?, quien se había ganado el título de “Carnicero de los Balcanes” durante su década en el poder.

Un objetivo concreto es una medida útil. Tomemos por ejemplo la Marcha de las Mujeres de 2017. ¿Era el objetivo de estas acciones elevar la conciencia, introducir políticas específicas, o impulsar un proceso de destitución? Quienes marcharon con ese gran entusiasmo necesitan preguntarse a sí mismos: ¿Si pudiéramos agitar una varita mágica y crear cambio, que hubiera sucedido específicamente?
Los movimientos que fracasan usualmente carecen de esta claridad de visión. El columnista del New York Times Joe Nocera notó que el movimiento Ocupa (Occupy) “tenía una gran cantidad de quejas, dirigidas principalmente al poder ‘opresivo’ de las corporaciones”, pero “nunca pasó más allá de sus propios eslóganes”. No es suficiente con señalar lo que no gusta. ¿Qué es lo que se quiere a cambio?
Sin embargo, claridad no significa rigidez. Los movimientos deben escuchar a, y ser respetuosos con, quienes no comparten los mismos puntos de vista. Pero de todas maneras la claridad resulta esencial, para que todo el mundo sepa en cuál posición se encuentra.
Sudán es un país donde la claridad está funcionando. El movimiento en ese país, dirigido por la Asociación de Profesionales Sudaneses (Sudanese Professionals Associated, SPA), redactó la Declaración de Libertad y Cambio en enero de 2019. Este documento enunció claras demandas por reformas en Sudán y llamó al fin de la presidencia de Oman al-Bashir’s, sugiriendo un gobierno transicional de cuatro años como forma de estructura democrática sostenible, y condenó el maltrato contra los manifestantes pacíficos. Fue un manifiesto por la libertad y un plano para la acción estratégica. Atrajo apoyo de otros grupos y comunidades, tanto doméstica como internacionalmente.
Hacer una comparación entre Sudán y Argelia es irresistible. Sudán es una frágil pero indisputable transición política. El año de protestas en Argelia terminó en un punto muerto. De acuerdo a indicadores como el Índice Transformacional, se podría argumentar que los argelinos tenían un mejor punto de comienzo para el cambio, y su hombre fuerte era posiblemente una figura más benevolente. Sin embargo los argelinos no han articulado lo que quieren, a no ser “cambio de régimen”. Tras casi un año de protestas, el recién electo régimen está todavía trabajando para sofocar lo que queda de libertades individuales y reformas.
Principio Dos: Es la Unidad, Estúpido
Después de definir claramente el cambio que se desea, los activistas deben examinar su espectro potencial de aliados. ¿De quién pueden esperar apoyo efectivo? ¿Asistencia pasiva? ¿Neutralidad? ¿Quién ofrecerá oposición? Como escribió Sun Tzu en su libro ?El Arte de la Guerra,? “Conócete a ti mismo, conoce a tu enemigo, y conoce el terreno”. En cualquier conflicto social, el espectro de aliados es el terreno.

Los movimientos exitosos no ganan por medio de subyugar a sus oponentes. En vez de ello, gradualmente erosionan su apoyo. Los activistas deben comenzar por el lado receptivo de su espectro de aliados, y eventualmente abrirse caminos hacia umbrales de resistencia cada vez más altos. Primero, movilice a los aliados activos y partidarios comprometidos. Después, involucre a los partidarios pasivos y a quienes son neutrales. Una vez que el movimiento comience a ganarse a la oposición pasiva, se encuentra al borde de la victoria.
Cuando Harvey Milk buscó expandir el movimiento LGBT, comenzó con personas gay en la Calle Castro, y a partir de ahí se movió a convencer a liberales heterosexuales en el área de la Bahía de San Francisco. Pero no fue hasta mucho después del asesinato de Milk en 1978 que el movimiento que ayudó a ser pionero en esa lucha, pudo ganar el apoyo de los “oponentes tradicionales.”
Cuando el Vicepresidente de los Estados Unidos, Dick Cheney, y otras figuras políticamente conservadoras finalmente cambiaron su posición en el tema en las primeras décadas del Siglo 21, el movimiento por la igualdad sexual se colocó en camino a la victoria. Atraer a los oponentes, o simplemente a la gente que está en desacuerdo con algunos puntos, resulta esencial en la construcción de movimientos sociales.
El movimiento Solidaridad en Polonia también ilustra este punto. Lo que comenzó como un movimiento de clase obrera en los astilleros de Gdansk en 1980 alcanzó el éxito sólo cuando diversos grupos se juntaron para permanecer del lado de los trabajadores: intelectuales, jóvenes y estudiantes, la clase media y los campesinos, e incluso la Iglesia Católica Romana. Se pusieron de acuerdo para acordar cómo salir del comunismo, a la misma vez que acordaron estar en desacuerdo en muchos otros temas socioeconómicos.
Una clara definición del cambio es un tema recurrente de los movimientos exitosos. Los movimientos tienen que articular sus valores con una claridad que persuada a otros a unirse a la causa. Para ganar, se necesita convencer a otros a desertar.
Principio Tres: Los Pilares Clave
Si un cambio social aspira a ser duradero, requiere no sólo cambio de liderazgo personal, sino también profundos cambios institucionales. Por tanto, aunque resulta crucial reclutar aliados de cualquier punto a lo largo del espectro de apoyo potencial, los activistas tienen que identificar también las instituciones que tienen el poder de implementar los cambios que ellos quieren. Estos “pilares de poder” pueden ser la policía, la prensa, el sistema de educación, agencias del gobierno, o instituciones sociales.
En su libro de 2004, ?Lucha Estratégica Noviolenta: Pensando en los Fundamentos?, Robert Helvey observa que en los conflictos estratégicos noviolentos, el foco

operacional primario para los planificadores es el alineamiento y las capacidades de cualquiera de los pilares de apoyo.
En las series de protestas ocurridas en Rumania en los últimos tres años, por ejemplo, apuntar a los pilares correctos de la sociedad produjo una cadena sostenida de pequeñas victorias que se acumularon en un éxito general. En Bolivia, una coalición de organizaciones medioambientales, jóvenes urbanos, la misión electoral internacional de la OEA, y grupos indígenas que estaban indignados por la corrupción del Presidente Evo Morales, eventualmente cosecharon suficiente apoyo popular para asegurar su renuncia. Incluso la fuerza policial se puso de su lado durante las marchas pacíficas de protesta, ayudando a los bolivianos a conseguir una legislación que garantizara nuevas elecciones.
De forma similar, los manifestantes sudaneses apuntaron a los grandes sectores de negocios con tácticas masivas de nocooperación, mientras que al mismo tiempo construían apoyo internacional de gobiernos liderados por civiles, por medio de la poderosa campaña en redes sociales Azul for Sudán. Finalmente, los militares que sucedieron al Presidente al-Bashir se encontraron sin poder para gobernar, así que tuvieron que conceder ante las demandas.
Las protestas en Venezuela ofrecen una historia de precaución acerca de los pilares. A pesar de un apoyo internacional masivo, los esfuerzos de Juan Guaidó y sus partidarios fueron condenados a no ser fructíferos desde el momento en que decidieron que la única manera de promulgar cambio era enfocarse en un solo “pilar,” e.g. transformar el apoyo militar a Maduro en un golpe de estado.
Principio Cuatro: El Poder de Atracción
Un elemento común en la actual ola de protestas es que la mayoría de los manifestantes está optando por métodos noviolentos en vez de la violencia. Los estudios investigativos sugieren que los movimientos que mantienen esta elección tienen probabilidades mucho más significativas de alcanzar sus objetivos con el paso del tiempo.
Sin embargo, la disciplina noviolenta puede crear y romper movimientos. La violencia por parte de los manifestantes no sólo les permite a los gobiernos justificar una ola represiva, sino que también afecta la reputación del movimiento, y compromete su capacidad de movilizar grandes números de personas. Un ejemplo de este peligro puede ser visto en Hong Kong, donde los números en las protestas han caído con el incremento de la violencia.
Cualquier movimiento busca corregir una injusticia, así que es fácil caer en la trampa de demonizar al otro bando. El mundo está en agitación, y la tentación de recurrir a la violencia es fuerte, especialmente cuando hay mucho en juego y los poderes que están

siendo retados están tan enraizados. Los practicantes de la resistencia noviolenta no pueden subestimar su esencia moral y su efectividad práctica.
A pesar de ello, la violencia es el lugar donde muchos movimientos se descarrilan. La ira es un movilizador efectivo, pero la ira sin esperanza es una fuerza destructiva. Los manifestantes tienen que demostrar su caso de forma afirmativa, con tácticas afirmativas.
Es por ello que a menudo lo mejor para los movimientos es comenzar con objetivos pequeños, alcanzables. Los aliados de Gandhi cuestionaron su idea de hacer del impuesto de la sal un foco primario del movimiento por la independencia de la India, porque favorecían un plan de cambio integral. Pero Gandhi vio que un solo tema, incluso pequeño, podía unificar la nación y romper el monopolio sobre el poder del Rajá Británico.
Las tácticas simples, fácilmente replicables, y de bajo riesgo, son las que tienen más probabilidades de alcanzar el éxito, especialmente si son vistas como positivas y con buen humor. Bloquear las calles y lanzar piedras a la policía posiblemente desalentará a quienes se encuentran en el medio del espectro de aliados, y hará particularmente difícil recabar apoyo de instituciones dentro de los pilares de poder.
En Sudán, el SPA articuló meticulosamente campañas de resistencia noviolenta consistente a través de Jartum y docenas de ciudades y pueblos menores. Sus tácticas de protesta incluyeron plantones, ocupaciones de calles principales, iniciativas de redes sociales dirigidas a diseminar conciencia, y llamados a la comunidad internacional.
El tiempo invertido en estas tácticas produjo resultados. Cuando las fuerzas del gobierno se lanzaron a reprimir a manifestantes en un plantón el 6 de abril, muchos de los integrantes del personal de seguridad optaron por unirse a los civiles y protegerlos de los leales a al-Bashir. El SPA mantuvo una política de noviolencia durante el período de protesta, erosionando la capacidad de al-Bashir de gobernar, resultando eventualmente en su salida del poder.
Seguir la Hoja de Ruta
Cuando los civiles se levantan para llenar un vacío dejado por instituciones fallidas y líderes corruptos, intentar racionalizar los movimientos a través de líneas meramente geopolíticas o límites ideológicos no ayudará a brindar sentido alguno a la experiencia.
Los principios anteriormente mencionados ofrecen una medida más útil, especialmente para movimientos noviolentos. Las condiciones y el contexto importan, pero las capacidades estratégicas importan incluso más. ¿Están haciendo estas cosas los organizadores de una protesta particular? Si la respuesta es sí, el movimiento probablemente avanzará. Si es no, existe una gran posibilidad de que falle.

Podemos encontrar la forma de brindar sentido a los disturbios de 2019 y predecir los senderos que transitarán estos movimientos, si dirigimos nuestra atención a observar si poseen los ingredientes estratégicos y sustanciales para alcanzar la victoria.
Srdja Popovic es el Director Ejecutivo del Centro para la Aplicación de Tácticas y Estrategias Noviolentas (Center for Applied Nonviolence Action and Strategies, CANVAS). Ha sido nombrado uno de los 100 Principales Pensadores Globales de la revista Foreign Policy, y es el autor de Blueprint for Revolution (Planos para la Revolución). Fue previamente uno de los fundadores de ¡Otpor!, el movimiento juvenil de Serbia que derrocó a Slobodan Milosevic. Es también el rector de la Universidad St. Andrews en Escocia.
(?Artículo publicado originalmente en Inglés en The Wilson Quarterly)?